SAN JUAN, PR – JULIO 2020 – La investigación privada es lo mío y siempre lo será. Es una profesión que respeto muchísimo, y a la que le he dedicado ya más de una década de trabajo. Aunque es una industria que defiendo con todo, debo admitir que tiene sus fallas. Una de las más grandes es la falta de un código de ética firme y universal.
La investigación privada tiene un rol indispensable en la seguridad pública. Nuestro campo nos permite ayudar a otros más allá de lo que la policía puede, porque muchas veces están limitados por su distrito o sus recursos. En cambio, la naturaleza freelance de nuestro trabajo nos permite dedicarle más tiempo a cada caso y encontrar soluciones diferentes. El trabajo investigativo es necesario.
Si los doctores tuvieran la misma formación laboral que un investigador privado no se les obligaría a continuar aprendiendo durante su carrera, así que lo que aprendieron hace 30 años es lo que saben hacer y ya. Además, solo se tendrían que adaptar a las reglas de cada estado y harían su trabajo sin que una entidad o un código concreto les responsabilice por sus acciones. No te lo imaginas, ¿verdad?
Las consecuencias de la falta de un código de ética no son solo internas. Lo que hacen los investigadores que se pasan de la raya influencia las leyes del estado donde practican y cómo manejan la información público-privada. Eso pasó en el caso de Rebecca Shaeffer, una actriz que fue asesinada en el 1980 porque un investigador privado le facilitó su dirección a un fan obsesionado. Este caso terminó cambiando las leyes de información en el Departamento de Vehículos Motorizados de California.
Brian Willingham, investigador y presidente de Diligentia Group, una agencia de investigación privada, ha visto muchos casos preocupantes. Desde investigadores teniendo sexo con sus clientes en la cárcel, hasta investigadores poniendo dispositivos de rastreo de manera ilegal. De su preocupación nació la idea de hacer un código de ética nuevo.
Willingham se unió con Molly Donaldson, investigadora privada en Nueva York y abogada, para crear un código de ética que todo investigador privado debe seguir no importa dónde trabaje. El código está intencionalmente escrito en palabras simples, y evita la jerga legal para que todos lo entiendan por igual. No es una lista de reglas, sino una guía.
El duo de investigadores incluso nos exhortan a propagar el código para que llegue a muchas personas y podamos empezar a tener una conversación sobre investigación privada responsable. El código consiste de siete puntos, y tiene una breve explicación al principio.
El primer punto habla de mantener un estándar profesional, ético y moral de acuerdo con las leyes del estado en el que se practique. El segundo punto compromete a todos a mantener las licencias y seguros necesarios al día. El tercero habla sobre qué casos podemos aceptar. Pide que no nos guillemos de listos y aceptemos casos con los que no sabemos bregar, y que nos reservemos el derecho de aceptar un trabajo que pueda perjudicar nuestra imagen o moral profesional.
El cuarto punto habla de conflictos. Este punto pide que no aceptemos trabajos que sean para nuestro beneficio personal o con conflictos de interés. El quinto resalta la confidencialidad que debemos respetar en cada caso. El sexto punto habla de las tarifas justas y que no trabajaremos bajo tarifas contingentes. Finalmente, el séptimo punto explica que nuestros resultados serán imparciales y neutrales, sin influencia personal o moral.
Es importante que mantengamos la conversación sobre este código viva, para que todos nos podamos beneficiar de practicar una profesión digna y justa. Me alegra mucho que Willingham y Donaldson prestaran su tiempo y conocimiento para crear esta guía que puede hasta definir la carrera de alguien si se usa correctamente. Espero que todos continuemos creciendo profesionalmente.
Puedes encontrar el documento original aquí.
Fernando Fernández, PI, BAI, CCDI, CDRS, CII, CAS, CHS-II, SPA
Presidente - Covert Intelligence, LLC
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